Querido lector, han pasado muchos meses desde mi última Escalera de Color, y no ha sido precisamente por la falta de temas a los que dedicar unas cuantas palabras. Hoy me encuentro con un poco más de ánimo, y quizás con las ideas más claras para poder escribir. Tengo un especial interés en hablar sobre un fenómeno 15M que ha provocado sensaciones muy diversas.
Ha pasado poco más de un mes desde el comienzo de la “SpanishRevolution” que ha traspasado las fronteras gracias a los medios de comunicación y, sobre todo, a Internet y las redes sociales demostrando así el enorme potencial y la increíble penetración que están desarrollando en la sociedad de masas. Mirándolo con perspectiva y sin pretender caer en lo políticamente correcto, muchos nos preguntamos ¿qué ha supuesto el movimiento?, personalmente, me hago esta pregunta eliminando cualquier entusiasmo inicial con la causa, olvidándome de mi situación personal que, como la de muchos españoles y españolas, no pasa por su mejor momento; ¿qué se ha conseguido?
Ha pasado poco más de un mes desde el comienzo de la “SpanishRevolution” que ha traspasado las fronteras gracias a los medios de comunicación y, sobre todo, a Internet y las redes sociales demostrando así el enorme potencial y la increíble penetración que están desarrollando en la sociedad de masas. Mirándolo con perspectiva y sin pretender caer en lo políticamente correcto, muchos nos preguntamos ¿qué ha supuesto el movimiento?, personalmente, me hago esta pregunta eliminando cualquier entusiasmo inicial con la causa, olvidándome de mi situación personal que, como la de muchos españoles y españolas, no pasa por su mejor momento; ¿qué se ha conseguido?
Han sido muchas las reivindicaciones, los debates, la mezcla de opiniones…muchos han criticado la falta de organización, la mezcla ideológica, la falta de un liderazgo y la imposibilidad de mantener el movimiento a largo plazo de manera eficaz…
Si nos paramos a pensar en los movimientos sociales, en su origen, la gran mayoría son movimientos que nacen desde la indignación. Unos pocos expresan lo que quizás muchos piensan y la sociedad responde de manera positiva a un mensaje que se negaba a escuchar y decir en voz alta pero que no puede eludir. Ahora, gracias a las nuevas tecnologías, disponemos de herramientas suficientes para construir un gran altavoz y tener la capacidad de mover a miles de personas rápidamente, la prueba más evidente es el alcance de fenómeno en la red social Twitter que ha provocado un feedback constante entre los indignados de decenas de ciudades españolas.
Si nos paramos a pensar en los movimientos sociales, en su origen, la gran mayoría son movimientos que nacen desde la indignación. Unos pocos expresan lo que quizás muchos piensan y la sociedad responde de manera positiva a un mensaje que se negaba a escuchar y decir en voz alta pero que no puede eludir. Ahora, gracias a las nuevas tecnologías, disponemos de herramientas suficientes para construir un gran altavoz y tener la capacidad de mover a miles de personas rápidamente, la prueba más evidente es el alcance de fenómeno en la red social Twitter que ha provocado un feedback constante entre los indignados de decenas de ciudades españolas.
Nadie ha sido indiferente a los hechos ocurridos en las últimas semanas. Pese a todo en lo que ha derivado, el fenómeno marca un camino que sería interesante explorar, pero lo va a tener difícil, ya que al final las mismas herramientas que el movimiento ha usado para expandirse se le han vuelto en contra. Como si de un eco se tratase, poco a poco se deja de sentir el primer grito que se lanzó en la puerta del Sol. Ahora ya no se habla de ideas, sino de lo que cada uno piensa del fenómeno. Twitter ya no es un hervidero de propuestas, el fenómeno se ha mediatizado, el "cómo" se ha convertido en el objetivo y el "porqué" ha pasado a un segundo plano. Lo peor de todo es que al final acabaremos INDIGNADOS DE ESTAR INDIGNADOS.
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