lunes, 16 de marzo de 2009

El 'monstruo de Amstetten' se declara culpable de violación e incesto pero niega el cargo de asesinato

Ya ha comenzado el juicio contra Josef Fritzl, el austríaco de 73 años que mantuvo a su hija Elisabeth bajo cautiverio durante 24 años en el sótano de su domicilio. El conocido como "monstruo de Amstetten" se ha declarado "no culpable" de la acusación de asesinato de uno de los siete hijos nacidos fruto de las violaciones a las que sometía a la joven. El acusado también ha rechazado la acusación de "esclavitud", aunque ha reconocido "parcialmente" su culpabilidad por delitos sexuales.
El acusado ha entrado al Tribunal Regional de Sankt Pölten, al oeste de Viena, vestido con un traje gris y con la cara cubierta con un archivador de color azul. Tras ignorar en la sala las preguntas de dos periodistas de la televisión pública austríaca ORF, autorizados por el tribunal, el comienzo del juicio se ha producido sin ningún tipo de incidente. 95 periodistas de todo el mundo, seleccionados para presenciar el pliego de cargos y la réplica de la defensa, han abandonado la sala mientras los ocho miembros del jurado popular, cuatro hombres y cuatro mujeres, ocupaban sus asientos.
Andrea Humer, la magistrada encargada del caso, ha dado lectura a los cargos de que se le acusa y ha destacado su disposición a proteger a las víctimas ante el interés mediático que el caso ha generado. La víctima no estará presente en el juicio. Su testimonio fue grabado anteriormente y será presentada en una cinta de vídeo de once horas. Consecuencia de la relación incestuosa con su hija, la chica engendró siete hijos y tuvo un aborto. Uno de los recién nacidos supervivientes requería de inmediata atención médica, no la obtuvo y falleció a los tres días. Fritzl arrojó su cuerpo a una caldera. Este es el cargo de asesinato que se le imputa, por el que podría ser sentenciado a cadena perpetua.

Durante el tiempo que su hija permaneció cautiva, Fritzl elaboró una concienzuda estrategia para justificar la aparición en público de tres de sus nuevos hijos, y la desaparición de Elisabeth, a la que obligaba a escribir cartas a su madre -quien había denunciado su desaparición- para que pensase que se había unido a una secta religiosa. En realidad, estaba encerrada en una celda insonorizada de 55 metros cuadrados con una puerta de metal reforzada con cemento y provista de un código de seguridad. El lugar estaba separado del domicilio por un pasillo subterráneo dividido en cinco secciones, cada una de ellas protegida por su respectiva puerta blindada. 
El caso comenzó a desvelarse el pasado 19 de abril, cuando Fritzl se vio obligado a sacar de la celda a su hija Kerstin, de 19 años, aquejada de ataques por deficiencia de oxígeno y problemas de riñón. Tras ser ingresada en el hospital, el austríaco decidió liberar una semana después a Elisabeth y a sus dos hijos de la mazmorra argumentando que la joven había decidido regresar al hogar. Esa misma noche, mientras el 'monstruo' y su víctima visitaban el hospital, la Policía detenía a ambos para su interrogatorio, donde ella reveló toda su historia.
Para 'proteger' a su hija mayor
Un examen psicológico realizado en octubre reveló que el acusado fue siempre consciente de sus acciones a lo largo de los últimos 24 años, a pesar de padecer un severo desorden de personalidad. Como las sentencias en Austria no se acumulan, Fritzl permanecerá el período que estipule el condena más grave, en este caso de 15 años a perpetua por asesinato. Por el cargo de esclavismo, podría permanecer entre rejas de 10 a 20 años, de 5 a 15 por violación, de uno a 10 por privación de libertad, y hasta 12 meses por incesto. 
 Dado que Fritzl tiene ya una condena por violación, es muy posible que si sobrevive a su sentencia jamás vuelva a ver la luz del día sin supervisión policial.
En cualquier caso, la intención de Fritzl, según su abogado, era proteger a su hija mayor del mundo exterior. "No obedecía ninguna regla", recordó en comentarios recogidos por la cadena británica BBC. "Se pasaba todo el tiempo en tugurios, toda la noche, y bebía y fumaba", añadió. "El sótano de mi edificio me pertenecía a mí y sólo a mí. Era mi reino, al que sólo yo tenía acceso", comentó el acusado, quien según su abogado no espera salir con vida de la cárcel.

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