viernes, 17 de diciembre de 2010

Entrevista El Mundo


Hace unos días les contábamos qué era la endometriosis, en la línea de apoyar a los que menos voz tienen en los medios difundimos en nuestro blog un relato que no acerca a esta dolencia y al dolor de sus víctimas.

No gozan de la comprensión de la mayoría de las mujeres; y de los hombres, para qué hablar. Porque, ni unas ni otros acaban de entender por qué, mes tras mes, la rutina de Elena, Silvia, Manuela, Mayte y Eva se paraliza por algo tan aparentemente insignificante como es la regla.



Para que ellos y ustedes lo tengan más claro y sepan, de verdad, qué les sucede, todas han querido relatar a ELMUNDO.es cómo es su día a día con endometriosis, una patología benigna, pero incapacitante, crónica y progresiva, que irrumpe en demasiadas ocasiones de forma brusca y repentina en la vida de las adolescentes y de las que ya no son tan niñas. Aún se desconocen sus causas, pese a que entre un 5% y un 10% de las españolas la padece o a los 14 millones de afectadas en Europa. También, a pesar del interés que ha despertado en ciertos países europeos como Italia (el primer miembro de la UE en reconocerla como enfermedad social y promover su estudio) o, incluso, tras la creación en 2006 de la Fundación Mundial para la Investigación de la Endometriosis.


Esta afección se produce cuando el tejido endometrial crece fuera de su sitio (el útero) y se implanta, fundamentalmente, en la cavidad pélvica: ovarios, detrás del útero, en los ligamentos uterinos, en la vejiga o el intestino. Pero la endometriosis es sobre todo, dolor, mucho dolor, con cada regla o cada relación sexual, en la mayoría de afectadas. Y cólicos, calambres, menstruaciones con fuertes hemorragias, cansancio... Que se lo pregunten si no a Elena, de 34 años, presidenta de Adaem (Asociación de Afectadas de Endometriosis de Madrid), que desde su primera menstruación, a los 15, se retuerce todos los meses. "No sé lo que es un ciclo sin vomitar, sin desmayarme", asevera. Para todas, peor que este sufrimiento es el miedo a no poder ser madres: entre un 30% y un 50% de las afectadas es infértil.


La presidenta de Adaem, que no renuncia a tener hijos pese a que ya se ha sometido a un tratamiento de fecundación 'in vitro' sin éxito, rememora que "tras varios ciclos menstruales durísimos, mi madre me dijo un día que no era normal, que teníamos que ir al médico enseguida". Lo primero que le espetó el ginecólogo es "que no podía ser para tanto, que exageraba para librarme de mis responsabilidades, que me fijara en mi hermana a la que no le pasaba nada de nada", agrega.

Fuente el Mundo

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