miércoles, 18 de agosto de 2010

Escalera de Color: El arte de la guerra



El otro día no pude quitar lo ojos de la televisión. Era una tarde tormentosa de verano y la ocasión merecía una buena película. Siempre hago un listado de aquellas que tengo en la recamará y me tropecé con un título sugerente que me anunciaba ya una historia que me iba agarrar al sillón: El Señor de la Guerra de Andrew Niccol.

La película no puede denunciar de mejor manera la clase de personas que hay por el mundo, de hecho seguramente la realidad supere a la ficción y eso es quizás lo más triste. El film plasma el impactante mundo de la trata de armas, mezclado con una historia humana que refleja la clase de personas que juegan a ser dioses por unos miles de dólares.


Películas como esta te lleva a preguntarte qué es lo que estamos haciendo, cómo podemos obviar que son seres humanos con lo que estamos jugando; pero creo que en el juego de la guerra ser humano es lo que menos importa. He intentado encontrar alguna respuesta, me he dicho a mi mismo que será por dinero, por llevar un nivel de vida, por el poder……pero al final de todo nada tiene sentido, no tiene explicación que los seres humanos seamos tan inconscientes de regalar la arma de la destrucción y mucho menos en pro de creernos muy superiores a los demás.

La película refleja con crudeza el mundo a donde van a parar esas armas. Su población está desesperada, tiene miedo, en definitiva luchar por sobrevivir y ven en la guerra su forma de vida y en las armas el poder de ser alguien en un mundo cuyo futuro es incierto.

Los estados se gastan millones de euros en armas, como ejemplo ver que EE.UU invierte todo el presupuesto de España en armamento, y todo ese material es exportado al tercer mundo, fomentado el odio, la crispación y persiguiendo la continuidad del enfrentamiento como manera de que esa población se niegue el derecho a sí misma de luchar justamente por su futuro.


¿Qué papel podemos tener como sociedad civilizada? No me lo he dejado de preguntar en ningún momento después de terminar la película. No he podido. Cómo tenemos el valor de afirmar con tanta contundencia que somos un país civilizado cuando consentimos que el mundo que esta bajo nuestros pies viva en el más absoluto de los infiernos. Cómo nos revolvemos en nuestra mierda cuando somos autores silenciosos del horror de decenas de países en el mundo que catalogamos como subdesarrollados pero solo están bajo el yugo del miedo y el poder de unos pocos que se creen alguien.


El mundo es así, no pretendan cambiarlo porque la humanidad vale poco. Toda persona tiene un precio y como se dice en la película “¿Sabéis quién heredará la Tierra? Los traficantes de armas, porque los demás estarán ocupados matándose los unos a los otros”. Una verdad aplastante.


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